No neoliberal, ni ninguna de esas versiones adelgazadas y edulcoradas del liberalismo. Hay que volver a las raíces: a Adam Smith, Tocqueville, Acton, Bastiat, Alberti, Berlin, Popper, Aron, Revel, von Mises, Hayek y Rothbard.
Los pocos progresos que ha hecho Bolivia a lo largo de su historia se han debido al impulso liberal: las minerías de la plata y el estaño, la goma, los ferrocarriles, la agricultura, ganadería y avicultura, especialmente en el oriente, y muchas actividades económicas que generan empleo e ingresos pese al Estado; el reconocimiento de ciudadanía a los indios, el voto universal, la larga marcha de la alfabetización y un largo etcétera.
Y sus grandes retrocesos: el subdesarrollo de la propiedad privada sobre la tierra en las zonas altas, la nacionalización de las minas, las empresas públicas no rentables, la contratación de deudas por encima de la capacidad de pago del país, las crisis por balanza de pagos, las grandes inflaciones y la cultura del rentismo, se han debido al antiliberalismo y sus aliados: el intervencionismo, el comunitarismo y el socialismo.
El régimen actual, que es justamente una mezcla de esas tres drogas doctrinarias, ha producido más males que muchos gobiernos juntos. Aumentó el tamaño del Estado y destruyó instituciones, especialmente las que administran justicia y garantizan las libertades y la democracia. Eliminó toda traza del estado de derecho. Redujo las libertades. Desconoció reglas fundamentales de la democracia, como la neutralidad de las autoridades electorales y el cumplimiento obligatorio de los referendos. Usó la justicia para perseguir a opositores políticos. Tiró una cantidad enorme de recursos que pudo haber empleado mejor. Creó empresas y proyectos públicos innecesarios y costosos. Endeudó al país y ahora quiere apoderarse de los ahorros de los jubilados. Robó a manos llenas con el mayor descaro. Agredió a los recursos naturales y al medio ambiente de una manera innecesaria y brutal. Apaleó a la iniciativa privada y fomentó así el desarrollo del sector informal. Revivió oscuros resentimientos raciales. Oprimió los deseos de libertades, especialmente económicas, e intentó hacer creer que robar es bueno y se condice con la “justicia social”.
Se equivoca quien cree que podremos evitar el desastre que se avecina sin el mayor vigor y decisión. Se necesita no sólo una fuerza política que se oponga al MAS en la forma de un partido o una gran convergencia. Se precisa que esa fuerza piense y actúe conforme al liberalismo, el único discurso que puede oponerse coherentemente al masismo, intervencionismo y socialismo juntos, porque tiene el conocimiento y la experiencia histórica necesarias.
Porque sólo hay dos caminos: O Bolivia se convierte en un país dominado por los socialistas e intervencionistas y entonces el régimen será el principal actor económico, que succionará excedentes de todos los sectores y llevará finalmente a todos a la privación y pobreza, en una confederación cerrada de tribus regresivas bajo un Estado omnímodo, o Bolivia se lanza por el camino de la sociedad abierta, donde regirán las libertades y los mercados, que exigirán trabajo, ahorro y riesgosas decisiones individuales, pero donde la inversión y la innovación se convertirán en bienestar.
La cuestión no es saber qué debe hacer el gobierno para mejorar tal o cual aspecto de nuestra vida en común. La cuestión es quitarle competencias y devolvérselas a los ciudadanos, para que libremente, éstos decidan lo que quieren hacer y le pongan límites al gobierno. Hay que cambiar las reglas: no es el gobierno el que debe controlar a los ciudadanos; son los ciudadanos los que deben controlar al gobierno, limitando su duración y competencias.
No a una Constitución que es simplemente una utopía escrita. No a la legislación que crea privilegios para unos sectores sociales y perjuicios para otros. No al crecimiento del Estado. No más empresas públicas. No más impuestos. No más subsidios a ningún producto o servicio. No a la cooptación de las Fuerzas Armadas y la Policía. No más universidades públicas. No más trabas al desarrollo de empresas privadas. No al corporativismo. No a la casta de dirigentes en comisión. No al racismo y sus disfraces indigenales. No a la militancia política obligada. No a la intrusión del Estado en la vida privada.
Sí a la ciencia como base de las decisiones de políticas públicas. Sí a las libertades individuales, civiles, políticas y económicas. Sí a la democracia constitucional. Sí al estado de derecho. Sí a la independencia de poderes. Sí a la reducción de los tres niveles de gobierno y de sus costos. Sí a la descentralización y desconcentración máximas del Estado y del gobierno. Sí a la reforma de la justicia y a una justicia única e igual para todos los ciudadanos. Sí a la igualdad plena de todos los ciudadanos en derechos y deberes. Sí a una nación, la boliviana, y no a treinta y seis, que causarían la tribalización del país. Sí a los mercados. Sí a la propiedad privada de la tierra, que es el mejor medio de eliminar la pobreza rural. Sí a la protección del medio ambiente y los recursos naturales. Sí a la formación de una burocracia civil estable, calificada y permanentemente evaluada. Sí a las inversiones privadas, domésticas y externas. Sí al desarrollo de servicios privados en la educación y la salud. Sí al derecho de elegir dónde ahorrar para jubilarse.
Estas grandes consignas liberales pueden cambiar a Bolivia, llevarla hacia la modernidad, sacar a mucha gente de la pobreza y encaminarla a la prosperidad. Pero por muy fuerte que sea el partido que las defienda, no podrá realizarlas en un breve período constitucional. El reto que enfrentamos es de largo aliento. Hay que proponerse la formación de una entidad política capaz de controlar la marcha del país por un largo período, una verdadera era, suficiente como para inscribir definitivamente a Bolivia en el marco de la civilización occidental como una sociedad abierta, de mercado y democrática.
Los ciudadanos tendrán que escoger por qué ruta ir, pero deben ser los políticos, especialmente los operadores más calificados, quienes tomen las iniciativas y acciones para que este gran emprendimiento ocurra.
Gonzalo Flores
Gonzalo Flores es fundador y Secretario del Partido Liberal de Bolivia.
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