¿Son socialistas los países nórdicos? | Roxana Nicula

Hay sobre todo un mito o una rara idea sobre los países nórdicos — Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia—, países que, si uno analiza los índices de libertad económica, libertad política, libertad humana, Estado de derecho y propiedad privada, todos son líderes en dichos índices. Son líderes en los rankings de libertad y, aun con todo, existen personas que se definen de izquierda o pertenecientes al socialismo que, al preguntarles dónde funciona o dónde ha funcionado el socialismo, aquella ideología que jamás dio buenos resultados, responden que el socialismo funciona «en los países nórdicos».

Es simplemente un mito y una gran mentira. Ya va siendo hora de plantarles cara a todos los colectivistas, esos socialistas de todos los partidos, como bien los había desenmascarado Friedrich von Hayek, premio Nobel de Economía, y decirles que no vamos a tolerar más que repitan una mentira y que pretendan que, de tanto repetirla, se convierta en verdad.

No es cierto que el modelo nórdico esté basado en la ideología socialista. Muy lejos de ello, en realidad, el modelo nórdico está basado en una coherente defensa de las libertades personales, de las libertades civiles de los ciudadanos que conforman esos países, y de sus libertades económicas. Es decir, una cosa no puede coexistir sin la otra. Así, pues, de manera evidente, como se comentaba al inicio, tanto Suecia, Dinamarca, Groenlandia e islas Feroe, asimiladas a Dinamarca, así como Finlandia, Islandia y Noruega, siempre están en el pelotón de los campeones en todos los índices a nivel internacional, tanto en cuanto a libertades económicas como en cuanto a libertades civiles y éticas o personales. Y lo digo con total seguridad, pues los datos y la realidad objetiva avalan mi afirmación. En la Fundación para el Avance de la Libertad, una fundación libertaria española, elaboramos dos índices mundiales: el Índice Mundial de Libertad Electoral y el Índice Mundial de Libertad Moral; todo el mundo puede consultarlo en nuestro sitio web <www.fundalib.org>, y podemos asegurar que estamos viendo cómo todos estos países del bloque nórdico europeo lideran y están siempre en el pelotón de salida de la defensa de la libertad humana en sus sociedades.

Es normal que sea así y que todo este aspecto también se traduzca en que a la larga, de tanto practicar la libertad, los ciudadanos nórdicos se hayan convertido en personas mucho más responsables y que tienen más control sobre sus vidas, alejándose del modelo intervencionista que tenemos tanto en España como en América Latina. Porque hay algo en que siempre debemos insistir los libertarios, y es que el ejercicio de la libertad individual conlleva siempre el ejercicio de la responsabilidad sobre nuestras vidas. En nuestros países, el Estado que actúa directamente como pésimo gestor, en clara competencia desleal con los ciudadanos y con sus proyectos vitales y empresariales privados, genera además una ingente montaña de burocracia y tributos confiscatorios. Ello se traduce en que este híper-Estado, más que facilitar, dificulta y en muchos casos directamente impide que las personas puedan lanzar sus propias empresas de forma simple, ágil y barata. Y cuando las personas se enfrentan a este alto coste de estar en legalidad con sus proyectos empresariales para poder generar prosperidad, generar puestos de trabajo, por un lado, y, por otro, construir sus propios proyectos vitales —familia, cultura, solidaridad, activismo social y hasta político—, muchos se ven expulsados por el sistema hacia el mercado informal y con ello hacia una mayor inseguridad jurídica y precariedad.

La falta de libertad de actuación en todos los ámbitos de la vida personal y pública de los ciudadanos también tiene una vertiente en el ámbito de la política y del ejercicio de la misma. Así, nos encontramos que en Suecia o en Dinamarca es mucho más fácil arrancar una iniciativa política o ser candidato político que en España, México o Argentina. La libertad electoral de un sueco, tanto la de poder elegir representantes políticos, sufragio activo, como la de postularse como uno, sufragio pasivo, y desarrollar su candidatura en igualdad de condiciones que el resto de los candidatos de formaciones políticas más grandes y fuertes que ya están en las instituciones, es muy superior a la de un argentino, de un mexicano o de un español. Los sistemas electorales de los países nórdicos en general están genuinamente construidos para que haya un verdadero mercado libre de opciones políticas, mientras que los sistemas electorales de nuestros países están claramente construidos sobre la premisa de un mercado electoral cerrado y bloqueado, como todo lo que impulsa la mentalidad socialista de centralización del poder.

Y el actual sistema sólo se abre en dos escenarios, ambos en el interés de la continuidad del actual sistema corrupto, liberticida e ineficiente. Uno: cuando el gobierno y el sistema tienen cierto interés por fomentar la aparición de determinados partidos políticos, que a la postre demuestran siempre ser meras marcas blancas de los convencionales. De esta forma, les sirve de muñeco de paja para asustar al electorado y que éste vuelva al redil de votar a los de siempre, manteniéndose un peligroso círculo vicioso de votar siempre la opción menos mala, lo que acaba generando una gran desafección de la sociedad para con la política, llevando al surgimiento del populismo, arropado por políticas totalitarias que acaban inevitablemente en dictaduras. Dos: cuando al gobierno le interesa debilitar a otro partido, generalmente de la oposición. En España tenemos un claro ejemplo con la aparición en la escena política de partidos como Podemos y Vox. Si a ello le añadimos que los sistemas electorales en los países latinos generan barreras burocráticas, que a la postre se convierten en barreras económicas, a la entrada de nuevas opciones políticas al mercado electoral, queda claro por qué en los países nórdicos la clase política responde directamente ante los votantes, mediante la votación directa a la persona y no a una lista cerrada y bloqueada. Ello nos permite entender por qué Finlandia ocupa el primer puesto a nivel mundial en materia de libertad electoral, según queda reflejado en el Índice Mundial de Libertad Electoral, seguida de Islandia, y Dinamarca también está en el top 10, mientras que México está en el 52, Argentina en el 45, Brasil en el 42 y España en el 37. Nadie, aparte de los partidos libertarios en el mundo, plantea este tipo de reformas nórdicas para nuestros países y es de justicia reconocer su esfuerzo por construir la alternativa a este revival del socialismo que viven nuestros países y en gran parte del mundo occidental.

Al estudiar la realidad de los países del norte europeo, vemos que siempre hay mucha correlación de los diferentes aspectos de la libertad. Es decir, a mayor libertad electoral, mayor libertad política, y como vamos a ver a continuación, también hay una mayor libertad económica.

Me gustaría resaltar, en cuanto al modelo económico nórdico, que tanto les gusta poner de ejemplo a los socialistas como modelo basado en recetas socialistas, que dista mucho de ser así. En estos países es infinitamente más fácil montar tu propio negocio, reconvertir tu empresa si pasas por malas épocas o contratar y despedir a tus empleados. En España, con un poco de suerte, tardas entre tres y cuatro meses para montar una pequeña empresa si lo haces por la vía convencional, y si optas por la vía telemática, te encuentras con un mal funcionamiento del sistema cuando no directamente con el colapso. En Suecia o Dinamarca, como mucho puedes llegar a tardar dos semanas y ya puedes empezar a operar; en Dinamarca, por ejemplo, si eliges el sistema de registro en línea, puedes tener tu nueva empresa lista para operar en cuestión de horas. El impuesto de sociedades a las empresas es menor que en España o en los países de América Latina. Para el modelo nórdico, el héroe social es el emprendedor, el empresario, no el que está esperando que el Estado le tire unas migajas en forma de subvenciones, prestaciones y ayudas.

El principio de universalidad de las reformas libertarias significa precisamente que todo el mundo tenga acceso a una serie de servicios esenciales para la vida. La finalidad de la universalidad en este contexto es que nadie se quede sin acceso a sanidad, a educación, al seguro de desempleo, si su vida laboral queda interrumpida, tanto si es despedido o si decide dejar el empleo, o sin tener una pensión que le asegure una vejez digna cuando no pueda trabajar. Tal sistema no es incompatible con un sistema de libertades, con un sistema donde el Estado no se meta en tu vida y te dirija como si fueras una marioneta. En el modelo nórdico vemos que el Estado sólo asume el papel de instrumento financiero. Es decir, el Estado no se mete ni a gestionar la sanidad, ni a gestionar la educación él mismo, ni tampoco a gestionar la hucha de las pensiones. Es decir, no permite que los políticos, que son quienes gestionan el Estado, se metan a gestionar esos aspectos.

Los socialistas se llenan la boca con el modelo finlandés, pero lo que ocultan del modelo de educación de ese país es que ahí el Estado no pinta nada, ni en el programa escolar, ni en cuanto a la gestión de los colegios. En Finlandia, el Ministerio sólo marca unas líneas muy generales acordadas previamente con las asociaciones de padres y con los profesores, y ni se le ocurre hacer reformas educativas de espaldas a la sociedad civil, es decir, a los propios interesados y afectados: los alumnos, las familias, los colegios y el personal docente. Además, estas líneas generales ni siquiera son de obligado cumplimiento, a diferencia de lo que sucede con los planes de estudio y la gestión educativa en España y en América Latina.

Allí, en Finlandia, ellos sólo marcan unas líneas. Incluso a nivel individual, si los profesores no quieren seguir esas líneas generales o las quieren aplicar sólo parcialmente, tienen la total libertad de cátedra de hacerlo.

Las líneas de las que hablo contienen elementos como el aprendizaje de pensar, la competencia cultural, la interacción y expresión, el cuidarse a sí mismo en el día a día, la participación activa en construir un futuro sostenible y trabajar en el saber emprender, la competencia digital y el multilingüismo, porque insiste mucho en hablar varios idiomas. Si nos vamos a Suecia, vemos que en las últimas décadas, desde que el Estado sueco empezó una serie de reformas liberalizadoras, el número de escuelas independientes no ha parado de aumentar y hoy representan ya un 17 por ciento de las escuelas secundarias y un 9 por ciento de las primarias, generando competencia y obligando también a las escuelas de titularidad estatal, pero gestionadas por la comunidad local, a ponerse las pilas.

En Suecia también es importante resaltar que el sistema de cheque escolar implantado permite la libertad a las familias suecas para elegir el colegio de sus hijos sin depender del entramado burocrático. En España, por ejemplo, para acceder a una plaza en un colegio estatal, las familias tienen que ir sumando e incluso falseando puntos si quieren llevar a sus hijos a un colegio diferente del que les toque por mera ubicación geográfica de su residencia física, único criterio general obligatorio aplicable hoy. Nuevamente, la mentira socialista es desvelada y vemos a qué niveles de libertad educativa llega el modelo nórdico, que tanto nos ponen de ejemplo los socialistas como modelo «socialista» y que nada tiene que ver con éste.

El principio de universalidad de las reformas libertarias significa precisamente que todo el mundo tenga acceso a una serie de servicios esenciales para la vida

En cuanto a las pensiones, existe otra falacia, otra mentira que nos están intentando vender los socialistas en nuestros países. En los modelos nórdicos ya hace tiempo que comenzaron la transición y cuentan con uno de los pilares basados en el ahorro individualizado de la pensión, lo que se conoce como capitalización individualizada de la pensión. ¿Qué quiere eso decir? Que la gente va cotizando y va viendo, mes a mes, qué parte de su salario se le ingresa en su cartera de ahorro de su pensión futura y cuánto va a tener el día que se jubile. Hay modelos donde incluso se podría disponer de golpe de parte de ese monto en el momento de la jubilación, similar hasta cierto punto al modelo chileno. Además de liberar al trabajador del secuestro político de su pensión, el modelo de ahorro individualizado permite que todo ese dinero se convierta en capital, que de una forma u otra siempre acaba invirtiéndose en el país, ayudando así a la creación de empleos, riqueza y beneficiando de forma directa e indirecta a mucha gente, y en especial a las capas sociales más desfavorecidas, antes sujetas al sistema colectivista de reparto de las pensiones, conocido como modelo pay as you go. Es decir, tú, trabajador, empresario, autónomo, estás permitiendo ahora que el Estado te quite un monto para tu futura pensión, y llegado el momento, de aquí a veinte, treinta años, ya verán los políticos con sus amigos los sindicalistas y los aristócratas corporativos de turno —empresarios mercantilistas —, todos ellos guardianes del sistema pay as you go, lo que te podrá devolver como pensión, tras haberte rapiñado y gastarse todo el dinero durante décadas.

Hablemos un poco también de la sanidad, que, en el caso de países como Suecia, hace veinte años que emprendió una serie de reformas estructurales, devolviendo a la sociedad civil una importante parte de los servicios sanitarios. Contrario al engaño socialista, nos encontramos que, tras las reformas políticas suecas, en las últimas décadas el país ha convertido la sanidad primaria y el cuidado de los mayores en servicios completamente privados, y las nuevas reformas contemplan seguir por el camino de la misma optimización de recursos a nivel hospitalario. ¿Y por qué, los suecos, los herederos de Olof Palme, el padre de la cuna de la socialdemocracia europea, decidieron desmantelar esa cuna con cada vez más agujeros en forma de deuda y empezaron a aplicar las recetas libertarias? Porque se dieron cuenta de que lo que necesitan es que los servicios estén en manos de la sociedad civil, para que respondan a los incentivos positivos del mercado libre: la oferta y la demanda de servicios sanitarios por parte de quienes integramos el mercado, todos nosotros, la sociedad.

Aquellos sectores de la actividad humana con mayor libertad y autonomía, lo son porque aplican los incentivos del mercado libre que los lleva a profesionalizar al máximo su gestión para poder competir por calidad y precios, porque la competencia lleva a la excelencia. Y la competencia en la sanidad lleva a la excelencia de servicios sanitarios para la población. Los nórdicos identificaron antes que los países latinos que el Estado es un pésimo gestor que despilfarra y malgasta, muchas veces invirtiendo de más y otras invirtiendo de menos. Los Estados nórdicos entienden que la gestión directa de estos servicios por parte de la sociedad, del mercado — ciudadanos y empresas—, siempre brinda más y mejores servicios, al estar sujetos a estos incentivos del mercado, donde las ofertas y demandas de un determinado servicio se cruzan, facilitando así que las partes se pongan de acuerdo en el precio a pagar por el servicio y elijan su calidad. De la misma manera que el panadero, el frutero o el cirujano plástico se esmeran en responder a las exigencias de sus clientes para poder ganar su sustento, hacer crecer su negocio generando empleo y bienestar, sabiendo que tienen que ofrecer una calidad y un precio que retenga a ese cliente, ya que de otra manera se irá a su competidor, también los prestadores de servicios educativos, aseguradores o sanitarios deberían poder actuar en el mismo marco de mercado libre y competencia para generar la excelencia en la prestación de estos servicios esenciales a la población. La escasez en el sector sanitario en países como España, Argentina, Guatemala, Venezuela o Brasil se traduce en largas listas de espera para operaciones y tratamientos, y hasta para la asistencia primaria, en el encarecimiento del precio del material sanitario, en la corrupción y en la decadencia de la salud de la población.

Pero veamos el caso de Suecia, un país que para 1870 era prácticamente más pobre que el Congo hoy en día, donde la gente vivía veinte años menos en promedio, donde la mortalidad infantil era muy elevada y, en pocas décadas, las medidas liberales que fueron implementadas le proporcionaron libertad de expresión, libertad económica y libertad religiosa, y la gente empezó a tener sus propios negocios, sus propios emprendimientos, crearon riqueza y forjaron el libre mercado.

Es muy importante que la gente comprenda que el socialismo no genera riqueza, sino que dilapida lo que genera la sociedad en las etapas previas a su implantación. El caso sueco no es un paradigma ni una excepción, sino que es lo que tenía que ocurrir a partir de la instauración de la socialdemocracia, de la mano de los radicales de izquierdas, de los socialistas más rancios y radicales del país en ese entonces. Claro, evidentemente, ¿qué sucedió? Tenían un excedente grandísimo de la etapa anterior; sobre esto, el historiador Johan Norberg nos proporciona un dato espeluznante. En la etapa previa a la instauración de la socialdemocracia se creaban cincuenta veces más empresas sólidas, que daban trabajo a los suecos, que durante la etapa de la instauración y lo que duró la socialdemocracia hasta la debacle que forzó otra vez a emprender el camino de la libertad, de la libertad económica y de la reducción de la burocracia, que es inherente a un Estado benefactor. En realidad, más que benefactor, es benefactor de quienes lo gestionan, y malhechor y despilfarrador del dinero de quienes lo generamos con nuestro trabajo, ingenio e innovación.

Siempre me gusta citar a Juan Pina, politólogo libertario, escritor y secretario general de nuestra fundación cuando dice que el estado de bienestar es el bienestar del estado, y yo siempre añado que además es el Malestar de los ciudadanos. A partir de ahí, evidentemente, los suecos empezaron a hacer las cuentas y vieron que hacía tiempo ya que no les salían, y en cambio lo que tenían era una inmensa bola de deuda y cada vez menos oportunidades para prosperar. Y desde entonces, lo que muchos no saben y los socialistas lo ocultan adrede, es que en los países nórdicos no existe esa famosa conquista social, el salario mínimo interprofesional que tanto alaban los colectivistas en España y en América Latina.

Los nórdicos experimentaron en sus propias carnes esta barrera de entrada al mercado laboral que impide, como ocurre en España, país «líder» en desempleo en Europa, que millones de trabajadores encuentren trabajo, mejoren su cualificación profesional adquiriendo experiencia para aspirar a mejores condiciones salariales y laborales en el futuro. Vemos cómo al no haber un salario mínimo decidido por el Estado, los sueldos en los países nórdicos son el doble, muchas veces el triple y hasta cinco veces más altos que el de los países latinos, y lo que un danés, un sueco o un finlandés compra con su dinero, una vez pagados los impuestos, es muy superior a lo que un español, un argentino o un mexicano pueda comprar con su sueldo.

Lo que tampoco saben, generalmente, ni en España ni en América Latina, es que en los países nórdicos los sindicatos no se financian con dinero público. Es decir, no se financian con los impuestos de los trabajadores. Tampoco saben que hay libertad sindical, que el mercado sindical es verdaderamente libre porque además todos los sindicatos son privados. Ninguno de los sindicatos nórdicos depende del Estado. Allí operan en competencia, como cualquier empresa, para retener y para defender los intereses de sus afiliados trabajadores. Otra de las falacias que nos repite la izquierda con el mercado laboral tiene que ver con la dificultad o la facilidad de terminar un contrato laboral. En España es más fácil divorciarse que despedir a un empleado. Pues bien, en los países nórdicos el despido es libre. No existe el despido con todo tipo de burocracias y todo tipo de compensaciones económicas impuestas por un contrato colectivo como el que nos imponen por la fuerza en los países latinos. ¿Qué quiere decir esto? Que la existencia del despido libre permite una mayor movilidad, un mayor poder negociador de trabajadores y de empresarios. Esto, a la larga, lleva a mejores condiciones laborales y mejores salarios, al generar un mercado laboral mucho más dinámico donde un de-sem-plea-do no tarda mucho en encontrar otro empleo. Esto lo comprobamos comparando el salario medio en estos países frente a los salarios medios que tenemos en América Latina y en España. Sin ir más lejos, en Dinamarca, por ejemplo, el salario medio es de 57.000 euros, mientras que en España apenas llega a 27.000 euros. Yéndonos a países de América Latina, en México tenemos un salario medio de 9.000 euros. Ésa es la diferencia: dar libertad a los trabajadores.

Los socialistas, como siempre, por su ideología, llegan tarde a todo. Ellos quieren imponer un modelo que fracasó estrepitosamente en la década de los años sesenta, setenta y ochenta en el norte de Europa, y nos lo quieren vender como algo válido para el siglo XXI, para 2021 y sucesivos. Efectivamente, las empresas son quienes generan esos puestos de trabajo que permiten que los trabajadores mejoren su calidad de vida. Eso quiere decir que si vas poniendo cada vez más cargas fiscales y vas generando un laberinto tributario, que es lo que tenemos nosotros en América Latina y en España, al final el coste de la legalidad de esas empresas se dispara y les impide generar riqueza, además de empujarlas hacia el mercado informal. Evidentemente, los socialistas todavía siguen defendiendo el viejo modelo fracasado de hace treinta años.

Los impuestos en los países nórdicos no son tan altos como ocurría en la etapa de la socialdemocracia. Sin ir más lejos, recordemos que en Suecia, cuando vino toda la crisis, los suecos pagaban alrededor del 85 por ciento de impuestos. Cuando los impuestos son bajos, el poder de compra de los ciudadanos es mayor, lo que en términos económicos se conoce como poder adquisitivo. De esta manera, son las personas quienes tienen mayor libertad para hacer sus planes y gastar su dinero en lo que ellos quieran, porque para eso es suyo y se lo han ganado con esfuerzo.

Por otro lado, podemos mencionar incluso otros países, como es el caso de Nueva Zelanda. Pensémoslo con detenimiento. A principios de la década de 1980, este país estaba en una situación muy compleja y dura, debido en gran parte a esas regulaciones. Pero en 1984 abandonó el proteccionismo y liberó su comercio internacional. Se eliminaron los subsidios a la industria y a la agricultura, los mercados internos se desregularon, el salario promedio aumentó, cayeron las burocracias y todas aquellas regulaciones laborales, el desempleo bajó y así es como Nueva Zelanda se ha convertido en uno de los países más libres y competitivos del mundo, gracias a esta decisión.

Desde la gran reforma que lideró la ministra Ruth Richardson (1990-1993), Nueva Zelanda dio un vuelco total, pasando de ser un país con un paro estructural desbocado, como nos pasa en España, con una plantilla de funcionarios muy elevada y con grandes subvenciones al sector agrario —considerado como estratégico—, que ahogaban prácticamente al país, a ser un país con una producción agrícola potente, sin ninguna subvención. Cuando existían estas subvenciones, la agricultura suponía menos del 5 por ciento del PBI; al eliminarlas, se revolucionó tanto el mercado agrario en Nueva Zelanda que los pequeños agricultores empezaron a innovar y, al no tener esas trabas, el sector agrícola representa hoy un porcentaje en torno al 30 por ciento de su PBI. Es decir, con libertad la gente no tiene límites para la creación de riqueza, para la creación de prosperidad (tanto la suya como la de la sociedad en la que vive), porque lo que nos caracteriza a los amantes de la libertad es ese afán por mejorar nuestras condiciones de vida y las de nuestro entorno.

A nadie que yo conozca le gusta ver pobreza, sufrimiento, que la gente no tenga acceso a servicios de calidad para poder vivir sus vidas, y ésa es la clave: ese acceso sólo se puede dar en libertad, no hay otra receta cuyos resultados sean beneficiosos de forma generalizada para la sociedad.

También me gustaría que comentemos el modelo taiwanés, la otra China, la China libre, democrática y capitalista, que en esta grave crisis sanitaria mundial ha demostrado que, basando su economía y su sociedad en un modelo de libertades, con una sanidad completamente privada a nivel de prestación de servicios, pudo contener la crisis sanitaria y económica, convirtiéndose en el país de referencia para combatir con éxito la epidemia. Mientras que aquí en España y en América Latina los responsables políticos y de la administración pública no paran de mentir, ocultar información, y lo que es peor, ocultar durante meses las cifras reales de los fallecidos por COVID. Y, además, nos plantean una elección imposible y falsa: elegir entre morirnos de coronavirus o de hambre. Dicen que o salvamos vidas o salvamos la economía.

Esa alternativa, esa gran lección de humanidad, generosidad, solidaridad y libertad nos la ha demostrado Taiwán: un país de veinticuatro millones de habitantes con apenas un puñado de países que la reconocen internacionalmente como país independiente, mientras que nuestros países latinos y Occidente entero siguen presos del chantaje comunista de la China totalitaria y dictatorial, que no respeta ni la libertad, ni los derechos humanos, ni tampoco las reglas del pacto comercial. Y para colmo, nos ha ocultado y mentido empeorando la epidemia originada en su territorio.

¿Por qué nosotros ni pudimos salvar a muchas de las víctimas de la COVID-19 ni salvar nuestras economías a tiempo? Porque no tuvimos, ni tenemos, las reformas estructurales que tienen Nueva Zelanda, Taiwán, Suecia o Dinamarca, que nos permitan hacer frente a este tipo de crisis. Y no las tenemos porque los responsables políticos y públicos nunca han estado dispuestos a llevar a cabo la gran reforma: desmantelar el socialismo mercantilista, es decir, el híper-Estado, y abrazar el capitalismo con su libre mercado, es decir, la cooperación libre, espontánea y solidaria de la sociedad civil. Ésta es la clave.

A modo de conclusión, hay una antigua expresión de las aspiraciones colonialistas de los nacionalistas españoles que dice «siempre nos quedará Portugal». Hoy ya no nos queda ni eso. Nos ha sobrepasado con creces a los españoles en liberalización, libertad económica, impuestos más bajos, cuota de autónomos cero, libertades civiles e incluso en la despenalización de drogas. E Irlanda, ¿qué decir de Irlanda? Recordemos cómo estaba Irlanda hace veinte años y cómo está ahora. Antes era un país pobre y prácticamente anclado en la Edad Media productiva y hoy es un país donde emigran los españoles, los jóvenes franceses e italianos, desesperados porque en sus países el híper-Estado les impide encontrar un trabajo para su especialidad o no pueden emprender por las trabas y los altos costes. En Irlanda hay prácticamente pleno empleo, en España hay mucho desempleo.

Dejemos hacer a las personas, dejemos hacer a las empresas y extenderemos la prosperidad eliminando la pobreza. La clave siempre es la libertad.

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Roxana Nicula

Roxana Nicula es una líder libertaria española de origen rumano. Es presidenta del patronato de la Fundación para el Avance de la Libertad (Fundalib), un think tank libertario de España. Es miembro de la Red Atlas y graduada de la Atlas Leadership Academy y TTMBA en gestión de fundaciones y think tanks. Es doble licenciada en Derecho por la Universidad Privada Ecológica y la Universidad Pública de Bucarest.

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