La existencia de una realidad espiritual más allá del mundo físico, es fundamental para la comprensión de la existencia humana y ofrece una fuente de esperanza y significado en la vida.
Esta vez la pregunta no provino de un millennial o centennial, sino más bien de un buen amigo de la «generación X». ¿Qué es la trascendencia? En efecto, se trata de un vocablo que utilizamos con frecuencia, pero también con facilidad podemos tener desdibujado o ambiguo, poco preciso. Podemos así abusar del mismo, sin saber bien a bien qué es lo que denota.
No pretendo ofrecer la definición de la RAE, tampoco una elucubración filosófica sobre el mismo, sino simplemente, intentaré plasmar lo que tal término evoca en mi particular comprensión del mismo, esperando que esta entrada aporte alguna luz al lector.
Trascender significa, simple y llanamente, ir más allá. ¿Más allá de qué? De “lo dado” en general, “de lo material o físico” en particular. Su sólo empleo evoca una visión metafísica concreta, pues supone admitir que la realidad es lo físico tangible que nos rodea, pero que eso no es toda la realidad. Es decir, existe una realidad más allá del mundo material, que trasciende lo físico tangible. O, dicho de manera diferente, que la “metafísica” es precisamente eso “meta” (más allá) “physis” (naturaleza, lo físico). La metafísica denota lo que está más allá de la naturaleza, de lo físico. La trascendencia es entonces aquello que pertenece al ámbito de la metafísica, lo que está más allá de la física, pero que es tan real como lo físico natural.
Admitir la posibilidad de la trascendencia implica rechazar la “metafísica” materialista. Si lo único real es lo físico-tangible, por definición no es posible trascender. Estamos encerrados, encapsulados dentro de un horizonte puramente material, y los deseos de superarlo no pasan de ser piadosos deseos, sueños irrealizables por definición. Sólo puede trascender aquella persona que crea en una realidad más allá de lo material.
La trascendencia supone entonces tres realidades convergentes. En primer lugar, la existencia de un “universo” espiritual, concomitante o paralelo al “material-tangible”. En segundo lugar, la consecuencia de ese universo espiritual afecta directamente a la existencia humana, pues supone que existe un elemento humano de esta naturaleza, el alma, y que tal elemento participa entonces, lógicamente, de las prerrogativas y condiciones del mundo espiritual. Dicho más simplemente, que el alma, por ser espiritual, es inmortal e incorruptible. ¿Por qué? Porque la corrupción y la disolución son consecuencias de la materialidad de las cosas. Algo que por definición sea inmaterial será incorruptible.
Lo material es caduco, lo espiritual no. La segunda consecuencia es entonces profundamente esperanzadora: hay vida después de la vida. O, si se prefiere, cuando nuestra componente material -el cuerpo- se disuelva, permanecerá nuestra dimensión espiritual. La tercera realidad subraya la componente esperanzadora de la dimensión espiritual. Si hay alma espiritual aceptamos la existencia de una realidad espiritual, siendo Dios la realidad espiritual primigenia.
Admitir la trascendencia supone… …tres realidades convergentes: la existencia de un “universo” espiritual, concomitante o paralelo al “material-tangible”
Trascendencia evoca entonces inmaterialidad, espíritu, espiritualidad, Dios. Por eso es fuente de esperanza; pues, aunque todo de lo que tenemos experiencia física es caduco, hay una parte constitutiva de nosotros y de la realidad que no lo es: la parte espiritual, el alma y Dios. Trascender implica entonces la capacidad de ir más allá de lo material, de lo dado, de lo perceptible por los sentidos. Podemos trascender porque una parte de nosotros es espiritual y se sustrae al dominio de lo sensible. Trascendemos cuando cultivamos nuestra dimensión espiritual, por ejemplo, a través del arte, la moral o la religión. Trascendemos cuando damos el salto de esta vida a la otra, que no conoce ocaso. Trascendemos cuando en lo más profundo de nuestro interior nos ponemos en contacto con Dios.
¿Qué es la trascendencia? La condición de la realidad que va más allá de lo físico, tradicionalmente conocida como “espiritual”. ¿Cómo trascendemos? Cuando cultivamos nuestra parte espiritual en esta vida, a través de la oración, la caridad o la creación y el arte, o cuando damos el salto a la otra dimensión de la realidad a través de la muerte. La condición de posibilidad de esa trascendencia es Dios, garante y contenido de ese universo espiritual. La posibilidad de trascender colma de esperanza nuestra vida, y nos permite ver mucho más allá de lo que nos muestran los sentidos, permitiéndonos así hacer frente y colmar de sentido a las dificultades que se nos presentan en la vida.
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Mario Salvador Arroyo Martínez Fabre
(Ciudad de México, 1973) Sacerdote Católico, Doctor en Filosofía, Escritor, Columnista y Docente “Universidad Panamericana” CDMX.
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