Liberalismo, arte y cultura | Rocío Guijarro

Las filosofías de la libertad, que hacen al hombre el absoluto dueño de su destino, tienen en Víctor Hugo un llamativo ejemplo.

MARIO VARGAS LLOSA, La tentación de lo imposible

 

Yo me definiría como un inofensivo anarquista; es decir, un hombre que quiere un mínimo de gobierno y un máximo de individuo.

JORGE LUIS BORGES

 

El individualismo es una característica que define a la civilización occidental, desde donde se impulsa su desarrollo creativo. La libertad individual y el deseo de elegir el propio destino se encuentran entre los impulsos más importantes de nuestra civilización. Es el tema central de la Ilíada, el primer libro escrito en Occidente: Aquiles, Diomedes y Ulises son los mejores ejemplos de individualismo. De allí viene también el surgimiento del arte. Definimos el arte como la expresión de un artista individual y separamos la representación de lo representado. Esto lo libera de restricciones sociales y puede cambiar según el artista lo considere oportuno. En otras civilizaciones, el arte es una expresión de la voluntad colectiva y el artista no puede desviarse de las normas impuestas por la estructura de poder.

El arte se ha convertido en una forma de transmitir valores, y de allí el individuo se defiende del Estado, a través del concepto de sus propios derechos: vida, libertad y propiedad. Estos derechos emanan de la esfera de acción humana que es la libertad personal. El individuo se defiende del Estado a través del concepto de sus propios derechos. La antigua Grecia anticipa los problemas que enfrentará Europa y Estados Unidos, en la Edad Moderna y Contemporánea. El hombre se convierte en la medida de todas las cosas y vemos este acento en el individuo desde el siglo de Pericles, prolongando esta innovación durante períodos decisivos como el Renacimiento, la Ilustración y la década de 1960.

A través del arte, las sociedades han puesto talento en función de la vida de los ciudadanos, es la civilidad que comenzó en Grecia y ha perdurado porque Occidente ha sido cuna de mucho de lo que hoy apreciamos no sólo en el arte, sino en progreso imposible de negar. El capitalismo dio también la oportunidad al artista de ganar independencia, de dejar de ser un lacayo servidor de la nobleza o de la propaganda oficial. Comparemos las dificultades que tuvo Mozart, casi un sirviente del arzobispo de Salzburgo o la nobleza en Viena, con la independencia financiera que logra Haydn en Gran Bretaña hacia el final de su vida y Beethoven, quien consigue vender sus partituras a los hogares burgueses, mediante editoriales europeas.

Los que propugnamos una sociedad libre, propiciamos una cultura de la libertad, que permite acercarnos a ese mundo de la metáfora, del sueño, del imaginario, de la narrativa que nos acerca a un mundo del que emanan las ideas que queremos transmitir. Y ese mundo nos permite crear una narrativa para llegar a más y más gente, que va descubriendo cómo en el arte, sea cual fuere su manifestación, le permite descubrir situaciones y semejanzas a su vida personal y genera resonancia, transmite una inquietud moral, nos invita a cuestionar las certezas, el orden establecido, la tradición o el poder.

El liberalismo se manifiesta en toda posibilidad de ser y de hacer. Por ello, para el arte auténtico es esencial la libertad, porque sin ella pierde capacidad de vuelo. La resistencia al totalitarismo, con tanto sacrificio y sufrimiento, es una de las páginas más bellas de la historia: pensemos en Ana Ajmátova (venerada por Isaiah Berlin), Edith Stein, Alexander Solzhenitsyn, Boris Pasternak o Gao Xingjian. No hay nada tan maravilloso como descubrir su gesta y prolongarla en los individuos, a través del mundo maravilloso del cine, de la música, de la literatura, sus autores y sus personajes, llenos de humanidad y humanismo.

Nos duelen estos casos en que el artista se subordinó al gobierno, al totalitarismo y puso su técnica brillante al servicio de ellos. Algo queda incompleto, hay dimensiones que no compensan la exploración, si bien algunos de ellos imponen su poderosa individualidad incluso en estos entornos, de algún modo vencen a la censura, la subordinan y hasta protestan de algún modo.

Consideremos los casos de Leni Riefenstahl o Sergei Eisenstein. Nos entristecen casos en que la gigantesca estatura artística y creativa no disuade de apoyar a tiranos, como si la inteligencia artística estuviera disociada de la realidad, por la deformación ideológica. Meditemos el caso de Gabriel García Márquez y Fidel Castro, una de las amistades más lamentables que hayamos atestiguado. O bien el caso de ese gran filósofo y taumaturgo de la palabra que quedó subyugado por Hitler: Martin Heidegger. Tomemos algunos ejemplos de los que podemos extraer bondades sobre la libertad, que son más populares y que pueden ayudar a la divulgación, por supuesto sin entrar en las profundidades que tiene cada campo.

 

La literatura

Los géneros literarios, especialmente la novela y la ficción, permiten acercar temas que a lo mejor serían intrincados y difíciles desde otras aproximaciones. A través de la literatura se va transitando de un modo personalísimo por temas clave para la vida diaria.

Los libros, los cuentos, las historias, permiten, a través de sus páginas, extrapolar a la realidad vivencias cotidianas. Un buen ejemplo es el libro El héroe discreto, del gran escritor peruano premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, que narra la historia de dos empresarios que han generado riqueza y bienestar desde espacios diferentes y se muestra cabalmente lo que es el concepto de empresarialidad, que surge producto del esfuerzo y la capacidad de personas que arriesgan y generan bienestar, y contra el cual conspiran las instituciones extractivas o el irrespeto a los derechos de propiedad.

De literatura podemos hablar mucho, pero aquí en este artículo se trata de manejar temas más sencillos que inviten al lector a buscar en lo que lee esas similitudes, enseñanzas, metáforas, símiles que despierten el interés e inviten a escudriñar más y extraer de ella todo lo que sirva para la narrativa liberal.

Otro ejemplo es el trabajo que ha hecho el profesor argentino Martín Krause, utilizar la literatura, a partir de cuentos infantiles y clásicos, para transmitir principios de economía de mercado y de la filosofía de la libertad. Sus libros Economía explicada a mis hijos y el más reciente De Borges a la economía son una lección de cómo vincular estos principios. Sobre el cuento del gran Charles Dickens La vida y aventuras de Nicholas Nickleby, Krause expone que a lo mejor Dickens no se había propuesto analizar la teoría económica, pero indica la existencia en el libro de un personaje avaro que quiere imponer un monopolio. Krause nos señala:

El pasaje era una descripción exacta de los criterios sostenidos por quienes buscan el amparo del Estado para evitar la competencia y lucrarse en perjuicio de los consumidores y también una muestra clara de que sólo el poder del Estado puede imponer un monopolio.

El libro muestra, además, de forma sencilla, conceptos básicos que aún hoy funcionarios de los más altos niveles y economistas destacados han manifestado de manera equivocada. Por otro lado, en su libro De Borges a la economía, Krause destaca pasajes estupendos del gran escritor que sirven para ejemplificar la actualidad:

El más urgente de los problemas de nuestra época (ya denunciado con profética lucidez por el casi olvidado Spencer) es la gradual intromisión del Estado en los actos del individuo; en la lucha contra ese mal, cuyos nombres son comunismo y nazismo, el individualismo argentino, acaso inútil o perjudicial hasta ahora, encontrará justificación y deberes. (Borges, Otras Inquisiciones, en Obras completas, 1952/1996, tomo II, p. 37.)

Llena de leyendas, la literatura ayuda en la búsqueda para crear la narrativa que se necesita a la hora de transmitir las ideas de la libertad. Qué importantes son los mitos y las leyendas, como La leyenda del rey Arturo, el celta que sirve para ejemplificar con su simbología la lucha perenne por encontrar la libertad y la felicidad representada en el Santo Grial. Aún se habla de que el rey volverá y con él, la unidad. De esta manera, se reconstruirá una sociedad donde cada uno encontraría la libertad y la independencia.

Todas las leyendas tienen sabios y magos, que son al fin y al cabo maestros que guían y abren el camino y advierten sobre las dificultades. En la leyenda artúrica aparece Merlín, el mago que avizora lo que el mal está tramando, quien se asemeja al Gandalf de la novela de Tolkien El Señor de los Anillos, que alerta y busca aliados para luchar contra el mal. Es el jedi de Star Wars que se apresta a enfrentar el lado oscuro que reprime la creatividad humana, su autonomía, convirtiéndolo en engranaje, degradándolo como ser, como ciudadano y buscando que pierda la confianza en sus congéneres. Pero al final el bien siempre triunfa, la acción humana haciendo uso de sus principios renace y retoma lo mejor para su bienestar y progreso. Son los actuales Hayek, Mises, Friedman, Juan de Mariana y tantos otros que han abierto nuestros ojos para avanzar.

Los que propugnamos una sociedad libre, propiciamos una cultura de la libertad, que permite acercarnos a ese mundo de la metáfora, del sueño, del imaginario

El cine
Krause toma la obra de Jorge Luis Borges para acercarnos a la economía libre, y el prestigioso director de cine Christopher Nolan lo hace desde el séptimo arte a partir de metáforas, simbologías y figuras en magníficas puestas en escena, todo lo que el escritor argentino puso en sus letras para llevarnos por el camino de la imaginación y de sus personajes.
En películas como la famosa trilogía de Batman: el caballero de la noche (Batman inicia, 2005; Batman: El caballero de la noche, 2008, y Batman: El caballero de la noche asciende, 2012), nos advierte sobre los peligros del totalitarismo —en la primera—, de la anarquía —en la segunda— y del socialismo, del poder, la corrupción y cómo este personaje se enfrenta a ellos —en la tercera—. Además, destaca el papel del empresario en la sociedad.
Otra película de Nolan es El origen, que conecta con la obra de Borges titulada El otro, sobre el sueño, sobre cómo la mente va creando y produciendo dilemas estéticos y filosóficos que afectan al ser humano día a día, y va cuestionando paradigmas. Al igual que Interestelar, basada en El reloj de arena, donde el tiempo se convierte en la necesidad que la acción humana requiere para reinventarse. Todo lo descrito es una invitación a relacionarse con la filmografía de Nolan y adentrarse en la literatura poética de Jorge Luis Borges; como dice el profesor Rafael Pontes Velazco, los personajes borgianos están al servicio de las ideas y el amor como fuerza individualizadora.
Siguiendo con las maravillas que nos proporciona el séptimo arte, hay otra saga inspiradora y llena de simbología, que han disfrutado chicos y jóvenes, padres e hijos, incluso abuelos, en todo el planeta. Fanáticos todos por la proximidad e identificación que se tiene con ella es ese canto a la libertad que es Star Wars, donde se retrata la lucha perenne del bien contra el mal.
Resuena la escena próxima al final de la primera trilogía, el Episodio III, donde Padmé Amidala, con gran pena expresa: «Así es como muere la libertad, con un aplauso estruendoso», mientras presencia la sesión parlamentaria que entroniza al dictador Palpatine. Allí todos aplauden con fervor, con locura, con esa posesión populista como la que estamos acostumbrados en América Latina (y cada vez más en países desarrollados), y ahí es cuando Padmé queda devastada al ver la sonora salva de palmas que celebra la esclavitud, quitarse de encima el peso de la libertad, la responsabilidad de ser libres. Pero el pueblo rebelde no se dejará dominar: se organiza, planifica, se enfrenta y logra la cooperación de los demás planetas para luchar por su libertad.
Así nos eriza la piel cuando recordamos en Venezuela las traumáticas legitimaciones de la tiranía desde instituciones elegidas por voto democrático y que, bajo el ropaje del sufragio, esclavizan a la sociedad.
Menciono ahora al nonagenario Clint Eastwood, uno de los directores y actores más liberales que existen. A lo mejor no lo hemos destacado tanto, pero todas las películas de él apuntan hacia esa consciencia del individuo; en Gran Torino, una película dirigida y protagonizada por él mismo, le enseña a su joven vecino a ser independiente, a ser mejor persona, a que no se deje arrastrar por bandas y mafias.
Su elogio del jazz, en películas como Bird, sobre Charlie Parker, o su documental sobre Thelonious Monk, nos conectan con la capacidad de improvisar, de convertir la libertad en creación grupal sin perder los dones individuales de la autonomía, la invención, la expresión propia y logrando, bajo un clima de respeto, generar en cada participante del combo de jazz esa capacidad de sumar algo novedoso al resto de la construcción. Un hermoso ejemplo de cómo la sociedad funciona en libertad, de cómo puede generar lo mejor de cada uno si es conducida bajo el respeto mutuo, la confianza y la certidumbre de que nos unen valores mayores.
Más reciente es el documental titulado Joshua: Adolescente vs. Superpotencia, que muestra cómo un joven de diecisiete años movilizó a miles de ciudadanos de Hong Kong para preservar la histórica autonomía de su país de la China comunista, y rechazar el adoctrinamiento que pretendían imponer en las escuelas. Un ejemplo para las juventudes, montado a partir de simbología y frases de Los Juegos del Hambre y V de Vendetta. El joven Joshua ha sido condenado a prisión recientemente.

La música
En la música hay de todo para disfrutar, rescatar simbología, cantar y protestar. El más famoso de todos los grupos que revolucionaron el mundo en los años sesenta —y así como Star Wars sigue ganando fanáticos y cultores de todas las edades— son los icónicos The Beatles, algunas de cuyas canciones tenían un mensaje contra imposiciones y regulaciones gubernamentales que les afectaban y por eso pusieron toda su fuerza para que se conocieran sus excesos. Por ejemplo, George Harrison compuso la divertida Taxman, para denunciar el alza de los impuestos en esa época en el Reino Unido, donde el fisco se llevaba una enorme cantidad de dinero de los contribuyentes; por eso en Taxman dice: «Si conduces un coche, cobraré un impuesto por la calle; si quieres sentarte, cobraré un impuesto a la silla; si tienes mucho frío, cobraré un impuesto por la calefacción; si te vas de paseo, cobraré un impuesto a tus pies». Y así es. También está Revolution, donde John Lennon indicaba que la revolución era más bien de las mentes, que la revolución era una cosa de actitud.
Con inteligencia, en 1968 anticipaba que no colaboraría con la violencia o con quien llevara «fotos del presidente Mao».
Lamentablemente, tuvo un devaneo radical luego, como solista, en el cual comprobaría cómo se aprovechaban de su fama muchos falsos revolucionarios.
Busquemos más alegorías a situaciones reales en la música contemporánea y no sólo de los Beatles; muchos más músicos han apreciado los valores de la libertad, el libre mercado y la importancia de la propiedad.
Celebro cómo grandes momentos para la libertad han tenido banda sonora. Recordemos cómo la caída del Muro de Berlín fue conmemorada en la Navidad de 1989 con un multitudinario concierto en el que durante la interpretación de la Novena sinfonía de Beethoven se reemplazó el texto de la Oda a la Alegría de Schiller por una Oda a la Libertad. Y también cómo el extraordinario director sinfónico Daniel Barenboim legó otro bello recital el 12 de noviembre de 2019, también en una interpretación de Beethoven —su primer concierto para piano y la Séptima sinfonía—. Todas esas grabaciones han quedado para la posteridad, y sería bueno oírlas en este tiempo de tanto sufrimiento, cuando celebramos el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven, el titán que rechazó a las instituciones del antiguo orden y protestó al ver convertido a Napoleón, paladín de la Revolución francesa, en otro tirano; recordemos que borró la dedicatoria de la Tercera sinfonía al ver cómo moría el gran hombre y emergía el dictador.
El rock también ha sido un lenguaje de libertad para quienes fueron víctimas del totalitarismo. Invito a conocer el caso de la banda checa The Plastic People of the Universe, elogiada y defendida por Václav Havel, dramaturgo, escritor y político checo, último presidente de Checoslovaquia y el primer presidente de la República Checa. Los integrantes de esta banda, Ivan Martin Jirous y Vratislav Brabenec, fueron juzgados y condenados a prisión en 1976, bajo el delito de interpretar música rock, que era considerada subversiva por las autoridades. Fue entonces cuando Havel y otros intelectuales los defendieron, publicando la Carta 77, el manifiesto de un grupo de intelectuales capitaneados por Havel, que pidieron cuentas a los comunistas y que ayudó a trazar el camino para la derrota del comunismo en Che-cos-lo-va-quia. El lenguaje del rock abría una revolución interna contra la cual las autoridades comunistas no encontraron solución. La mente siempre superará las fronteras de la tiranía, expandirá límites y alcanzará la libertad que nos impiden físicamente.
Queda mucho por decir sobre las aportaciones de la música a las ideas de libertad, desde la música clásica a la más popular, pasando por todos los géneros que el hombre es capaz de crear, lo que revela la transversalidad de la libertad.
Concluyo con una gran obra de Mario Vargas Llosa, su ensayo sobre Víctor Hugo y Los miserables. Me refiero a La tentación de lo imposible, un ensayo indispensable. Allí, Vargas Llosa nos recuerda que la novela tiene ese poder de, precisamente, crear probabilidades, alternativas, invención, reconsiderar la realidad y cuestionar la opresión. Y en Víctor Hugo tenemos al artista como héroe, que vence las barreras y los contratiempos invirtiendo en su arte abundante libertad (pp. 71-72):
La «fatalidad» parece haber intervenido de manera muy secundaria en esa rica peripecia vital en la que la voluntad, la dedicación, el sacrificio, la disciplina, la seguridad en sí mismo, la ambición, la fantasía, y, por supuesto, una extraordinaria aptitud para el manejo de la lengua francesa, fueron resortes principales. Víctor Hugo es uno de esos hombres en los que, justamente, el destino da la sensación de plegarse sumisamente a un carácter y una voluntad tan poderosos que salvan todos los obstáculos que el azar pone en su camino y utilizan en su provecho, cambiándolas de signo, las circunstancias adversas.
A los que nos gusta el arte en todas sus manifestaciones, no dejamos de admirar lo que transmite, apreciarlo a partir de la individualidad creativa y de la libertad que nos invita a elegir, a partir de interpretaciones estéticas y éticas que deseamos.

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Rocío Guijarro

Rocío Guijarro es licenciada en Filosofía y máster en Gerencia Empresarial por la Universidad Central de Venezuela. Es gerente general de CEDICE Libertad en Venezuela y miembro de la Sociedad Mont Pelerin y de la Fundación Internacional para la Libertad.

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