La libertad genera prosperidad. Las sociedades que han abrazado la libertad se han enriquecido. Aquellas que no han seguido ese rumbo, han permanecido pobres.
Pero una sociedad libre también es superior en los aspectos inmateriales. Funciona sobre la base de la confianza mutua y la cooperación entre los individuos, no sobre la base del poder y la coerción. Sus ciudadanos comparten fuertes lazos culturales, personales y morales. Aceptan voluntariamente las reglas del comportamiento interpersonal para su mutuo beneficio y no porque les sean impuestas. Sus gobiernos cuentan con el consentimiento de los gobernados, así como también ellos mismos están regidos por reglas que les impiden explotar su autoridad.
Una sociedad libre desata el talento, la inventiva y la innovación humanas. Eso permite crear riqueza donde antes no existía. Las personas en una sociedad libre no se enriquecen explotando a otras, como lo hacen las élites de los países menos libres. No pueden enriquecerse empobreciendo a los demás. Sólo se enriquecen proporcionando a otros lo que desean y mejorando las vidas de otras personas.
Gobierno limitado
La mayoría de las personas coincide en que el gobierno es necesario para fines tales como la administración de la justicia y la toma de decisiones sobre aquellas cosas que los individuos no pueden decidir por sí solos. Pero casi todos están de acuerdo en que el poder del gobierno debe ser limitado. El gobierno de una sociedad libre existe con el fin de prevenir daños a sus ciudadanos. Mantiene y aplica la justicia, las reglas naturales que permiten a los seres humanos cooperar juntos de manera pacífica.
El gobierno de una sociedad libre está limitado por el Estado de derecho. Sus leyes se aplican a todos por igual. Sus líderes no pueden saquear a los ciudadanos para su beneficio propio, para otorgar favores a sus amigos o para ejercer su poder contra sus enemigos. Sus poderes y su período de mandato están limitados para reducir la corrupción que acompaña a la autoridad. Las instituciones democráticas, como las elecciones libres y abiertas, el derecho a la libertad de expresión y las reglas constitucionales, son, todos, límites sobre los poderes de los líderes políticos.
Mayor igualdad
Los principales beneficiarios del dinamismo económico que caracteriza a las sociedades libres son los pobres. Los pobres en las sociedades más libres gozan de lujos que eran impensables hace apenas unos años atrás, lujos sólo disponibles para las élites dirigentes de los países no libres.
Una sociedad libre no trata de imponer la igualdad material. Reconoce que el intento por igualar la riqueza o los ingresos es contraproducente. Destruye los incentivos para la superación personal, el esfuerzo y el emprendimiento. Desalienta a las personas a aumentar el capital que impulsa la productividad de toda sociedad. Impide a los individuos crear nueva riqueza y nuevo valor.
Pero las sociedades libres gozan aún de más importantes igualdades que a menudo no existen en las sociedades no libres. La igualdad moral de las personas se reconoce: la vida de todo ser humano tiene valor y merece ser protegida. Hay igualdad ante la ley: los juicios dependen de los hechos del caso, no de quién se es. Los ciudadanos tienen igualdad política: todos tienen derecho al voto, a participar en elecciones y a manifestar sus opiniones políticas, sin que importe cuán incómodo sea ello para las autoridades. Las personas no sufren discriminación en el trabajo o en la escuela y pueden superarse independientemente de su raza, religión, etnicidad o cualquier otra característica.
Una economía libre
Una sociedad libre da a las personas libertad para elegir sus propias opciones económicas, tal como las deja libres para escoger sus propias opciones sociales y personales. Las personas en una
sociedad libre crean valor mediante el intercambio voluntario. El intercambio libre favorece a ambas partes: en caso contrario, no lo harían.
Los individuos prosperan a través de la cooperación mutua y el suministro de los productos que desean —y al obtener algo que quieren a cambio—. La posibilidad de ganancia anima a los empresarios a investigar lo que los otros quieren y, al fin, a suministrarlo. Los precios comunican información acerca de la escasez y excedentes, comunicándoles a todos qué debe ser producido y qué debe ser conservado. De esta manera, el tiempo, la capacidad, el esfuerzo, el capital y otros recursos son automáticamente asignados donde la demanda es urgente y alejados de usos menos importantes. El gobierno no necesita decirle a la gente lo que debe hacer.
Para funcionar, una economía libre sólo necesita un marco de reglas aceptado que estipule cómo las personas cooperarán conjuntamente. Éste incluye reglas acerca de la propiedad y de su transferencia, así como reglas para los contratos bajo los cuales se cumplen los acuerdos. La propiedad privada es necesaria para que las personas establezcan negocios e intercambien bienes. Pero también es fundamental para que otras libertades sean respetadas. Si las autoridades controlan toda la propiedad, la acción política y el debate público se hacen imposibles.
La justicia y el Estado de derecho
La justicia no es algo que pueda ser dictado por legisladores. Las reglas de la justicia forman parte de la naturaleza humana, una parte vital de nosotros que ayuda a promover la cooperación pacífica entre los individuos.
Las personas en una sociedad libre tienen derecho a esta justicia natural en virtud de su humanidad. La justicia natural sostiene que las leyes deben ser claras y precisas, que traten a las personas por igual, que no requieran lo imposible, que no sean retroactivas y las penas sean predecibles y proporcionales a la falta. Debe existir un debido proceso en todos los casos, con juicios justos y sin detenciones prolongadas sin juicio. Las personas acusadas de delitos deben ser consideradas inocentes mientras no sea probada su culpabilidad. Y los individuos no deben ser acosados con repetidos procesos por la misma falta. Tales principios son aceptados por casi todos, independientemente de su país, cultura, raza o religión.
Para garantizar esta justicia natural y el Estado de derecho se requiere de un poder judicial independiente que no pueda ser influido por líderes políticos. Del mismo modo, la policía debe ser independiente. Los sobornos y la corrupción no pueden tolerarse en la policía o el poder judicial si se quiere hacer prevalecer la libertad.
La justicia no es algo que pueda ser dictado por legisladores. Las reglas de la justicia forman parte de la naturaleza humana, una parte vital de nosotros que ayuda a promover la cooperación pacífica entre los individuos.
La sociedad espontánea
Una sociedad libre es una sociedad espontánea. Está constituida por las acciones de individuos, siguiendo las reglas que promueven la cooperación pacífica. No es impuesta desde arriba por autoridades políticas.
Las personas no tienen que estar de acuerdo en todos los puntos para cooperar en beneficio mutuo. Aquellos que intercambian bienes sólo necesitan estar de acuerdo en un precio. Pero para que esa cooperación sea más fructífera, los individuos deben tolerar las opiniones y acciones de los demás. Una sociedad libre permite que individuos o gobiernos interfieran en los asuntos de otros sólo para impedir daños. Limitar la libertad de las personas porque encontramos su comportamiento desagradable u ofensivo elimina las barreras que evitan que la libertad de todos sea coartada por aquellos que se creen moralmente superiores.
Tolerar las ideas y estilos de vida de otras personas beneficia a la sociedad. La verdad no siempre resulta evidente; surge en la batalla de las ideas. No podemos confiar en que los censores sólo supriman las ideas equivocadas. Es posible que puedan suprimir erróneamente ideas y formas de actuar que beneficiarían a la sociedad en el futuro.
Un mundo de libertad
Se hace cada vez más difícil que los gobiernos autoritarios oculten sus acciones al resto del mundo. Como consecuencia, cada vez más países se abren al comercio y al turismo, y las nuevas ideas se están difundiendo. Más personas ven los beneficios de la libertad económica y social, y los están exigiendo.
Es difícil crear la moralidad e instituciones de una sociedad libre allí donde no existe la libertad. Es mejor empezar en el nivel micro, creando las condiciones que permitan a las personas actuar libremente y construir una sociedad libre a través de sus acciones. Un aspecto clave de esto es institucionalizar los derechos de propiedad para que las personas puedan establecer negocios y comerciar sin tener que preocuparse de que su propiedad sea confiscada.
Las reformas deberían proporcionar libertad económica auténtica, no capitalismo de amigos. Demasiados gobiernos que han reivindicado la privatización de industrias estatales, en la práctica sólo han transferido su propiedad a amigos y parientes. Toda la población debe estar involucrada en el proceso de reforma económica para que haya un cambio real.
Los países no pierden al abrirse al comercio internacional. Proteger a los productores domésticos de la competencia se traduce simplemente en precios más altos y menor calidad para los consumidores. Ser parte de la comunidad comercial internacional ofrece a los empresarios locales nuevos mercados y oportunidades.
La apertura del comercio durante las tres últimas décadas ha sacado a más de mil millones de personas de la pobreza extrema. La libertad es verdaderamente una de las más benignas y productivas fuerzas en la historia de la humanidad.
Eamonn Butler
Eamonn Butler es director del Adam Smith Institute en Inglaterra, calificado como uno de los principales think tanks de políticas públicas del mundo. Es autor de diversos libros. Tiene títulos en Economía, Filosofía y Psicología y obtuvo un doctorado por la Universidad de St. Andrews en 1978.
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