Cuentan las crónicas del año 1947, que el profesor Friedrich Hayek reunió en el “Hotel du Parc” en la villa de Mont Pelerin (Suiza), a más de una treintena de intelectuales, economistas y profesionales liberales de la época, con el fin de discutir acerca de la situación y posible destino del liberalismo tanto en el ámbito teórico como práctico. El grupo sería conocido con el nombre de “Sociedad Mont Pelerin”, mismo, que contaba entre sus miembros a prominentes y reconocidos hombre de ciencia.
Los fundamentos del liberalismo que regían en los países occidentales hasta finales del siglo XIX y comienzos del XX, sufrieron un duro golpe con la llegada de la revolución rusa de 1917 y la incorporación de un gobierno socialista como parte de la organización del Estado soviético. Progresivamente y ante la proliferación de un discurso complaciente y condescendiente con las demandas de orden primario que históricamente no habían podido ser resueltas, comenzaron a irrigarse en otros países europeos.
Es a partir de este periodo que el liberalismo comienza a ser ferozmente atacado desde posiciones socialistas, las mismas que sostenían firmemente que no es el mercado el responsable de organizar a la sociedad, sino más bien, que es al Estado al que le corresponde esta tarea, planteándose el estatismo como modelo. La doctrina ideológica de crítica permanente a los supuestos que originan el mercado, terminaron por convertir al socialismo en el detractor histórico del liberalismo.
Los acontecimientos que se desarrollaron durante la segunda Guerra Mundial, aumentaron los cuestionamientos por parte de los partidos totalitarios, que se negaban a reconocer los fundamentos básicos del Estado moderno, encontrando una tenaz oposición en la España franquista, la Portugal de Salazar, La Alemania Nazi de Hitler, o el gobierno fascista de Mussolini en Italia. Posteriormente y gracias a John Keynes, se retorna a una nueva etapa de relación entre el Estado y el Capitalismo, basada en las ideas del liberalismo.
De acuerdo a Keynes, el principio del liberalismo consiste en poder combinar acertadamente la eficiencia económica, justicia social y libertad individual, planteando qué, el socialismo puede lograr la segunda, pero únicamente mediante el liberalismo podrá garantizarse las otras dos. Para aquel entonces, el joven Friedrich Hayek, se había convertido en figura consular de la escuela austríaca de economía, sosteniendo que el mecanismo de precios era esencial para la salud de la economía, porque estos eran las únicas señales que permitían escapar al problema de la división del conocimiento. Algo tan simple como entender, que nadie puede conocer las preferencias, deseos, aspiraciones, anhelos o sueños de todas las personas, aunque la inexistencia de esta información no quiere decir que no exista; existe y está codificada a través de los precios.
Los precios son los que permiten distribuir adecuadamente los recursos. Si el gobierno interviene genera una distorsión dañina, perjudicando a todos y privando a los individuos de su contribución fundamental a la sociedad: expresar el valor de las cosas a través de la disposición de pagar. El intervencionismo amenaza la libertad y por eso el mercado debe funcionar sin interferencias. Regular la economía era equivalente a intentar reducir la velocidad de un auto agarrando la aguja del velocímetro.
Dos posiciones contrapuestas de la economía desataban una lucha intelectual entre la Escuela de Economía de Londres (Hayek) y la de Cambridge (Keymes), en un intento por lograr la hegemonía intelectual del mundo occidental. En la monumental obra “Camino de servidumbre”, publicada en 1944, Hayek ofrece argumentos sólidos que cuestionan la legitimidad de la planificación y la intervención por parte del Estado. Privilegiar la planificación por sobre los intereses del mercado, lo único que consigue es allanar el camino para las tiranías, señalando claramente a todos quienes pretendían imponer una visión de la economía desde sus cómodas oficinas de burócratas públicos.
Poco tiempo después, Keynes escribía a su amigo tras leer el contenido de su trabajo, diciendo: “Creo que es un libro magnífico… Me siento moral y filosóficamente de acuerdo con prácticamente toda su totalidad… Me siento profundamente conmovido”. Pocos meses después John Keynes fallecía un 21 de abril de 1946, cerrando la discusión entre estos dos gigantes del pensamiento económico, comenzando a edificar los detalles de una economía moderna.
Hayek sostuvo firmemente que el socialismo implementado desde el Estado era inviable por la falta de precios de mercado, además que, filosófica y políticamente eran incompatibles con la libertad individual, llevando progresivamente a establecerse como un régimen totalitario liderado por los peores elementos de una sociedad. La tesis central de su obra, señala: “todas las formas de colectivismo y cualquier movimiento que busque “justicia social”, conducirá, lógica e inevitablemente, primero a socavar la legalidad de una sociedad y, consecuentemente, a una tiranía”. En su obra cita muchas veces a la Unión Soviética y a la Alemania Nazi, como los mejores ejemplos de países que han recorrido el “camino de servidumbre”.
Hayek se dedicó a difundir temas filosóficos y sociales, poniendo a la libertad como el principio básico en el que los hombres logren consolidarse como hombres económicamente libres, capaces de invertir, sin considerar de ninguna manera con entregarle dinero al Estado para que éste dijera lo que se debe o no hacer con el mismo, siendo el individuo quien goce de la libertad de decidir qué hacer con él. Su teoría legal y política hace énfasis en el imperio de la ley como fundamento necesario de la coexistencia pacífica. La ley, al igual que el mercado, es un orden “espontaneo”, producto de la acción de los hombres, no de una planificación estatal.
Por último, Hayek, discrepa rotundamente con el término de justicia social, al que considera un concepto espurio. La humanidad vivió la “era de las hordas”, desorganizada y caótica, donde los hombres combatían por la apropiación del alimento, la “justicia social”, busca legitimar esa práctica de la apropiación indebida de los alimentos, que no pueden ser aplicables a sociedades modernas y civilizadas.
Es indudable que la figura de Friedrich Hayek se erige como una de las grandes personalidades del liberalismo. Su defensa apasionada de la libertad individual, la economía de mercado, continúa haciendo eco en los principales círculos académicos del mundo. Hayek, consecuente con sus ideas, hombre de personalidad y pensamiento preclaro, nos recuerda la importancia de vivir en libertad para construir sociedades prosperas y libres, apartadas de los: “Caminos de servidumbre”.
Carlos Manuel Ledezma Valdez
Carlos Manuel Ledezma Valdez es divulgador Histórico & Docente Universitario, miembro de la Sociedad de Escritores de Bolivia (SODESBO)
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